lunes, 14 de septiembre de 2009

Fue cualquiera. Nos encontramos en la puerta. Yo llegué un toque antes. La veo venir a la flaca con una amiga. Llegan. Me mira con una cara que no entiendo. Me la presenta. Ella es Sol, una amiga. Sol va al baño. Mariana me pide perdón, dice que Sol está muy triste, que pasó una mala noche, dice fiesta, madrugada, ex novio, otra mina. Que no daba dejarla sola. Que “todo bien, ¿no?”. Todo bien, todo bien. Vuelve la amiga del baño. Entramos. Cada uno paga su entrada. Si estábamos solos la invitaba, ahora no da. Esperamos que den sala. Mariana me pregunta qué hice ayer. La amiga mira recortes del diario, críticas de las obras que dan en el teatro, pegadas en la pared. Digo que salí con amigos, nada más. Entramos, vemos la obra, salimos. Esperamos un toque, saludo a Fede, nos vamos. La obra, bien. Ellas la analizan un poco, a mí no me interesa. Nos paramos en una esquina. Pregunta ¿qué hacemos? Yo no tengo ganas de nada, me fumaría un porro en casa, domingo a las nueve de la noche, qué más, qué mejor. Pero no da decir que me voy así que les pregunto si quieren venir a casa, que es cerca, que podemos fumar. Llegamos, fumamos, yo hablo más con la amiga que con Mariana. Es histérica. La amiga. Me tira onda me parece. Yo le sigo el juego, abrimos una birra. Mariana casi no habla y no la conozco pero me parece está de mal humor. Voy al baño, paso por la computadora, pongo música, y veo que Violeta está conectada. Me quedo mirando el nombre en la luz verde. Violeta. Yo estoy invisible. Me pongo disponible. Voy al baño. Vuelvo. No me habló. Vuelvo a ponerme invisible sin hablarle. Nico diría que soy un tarado, mirando el monitor y con dos minas en el living. Tiene razón. Vuelvo. Parece que ellas hablaron de algo, no sé. Sol dice que se va. Mariana no dice nada, pero me mira como si yo tuviera que decirle que se quede o que se vaya. No sé, flaca, no te conozco, estoy re loco, así que hacé lo que quieras. Quedate si querés, le digo. Me pregunta si quiere que le abra a la amiga. Le doy las llaves. Se van y yo vuelvo a la computadora. Cambio la música. Violeta sigue conectada. Antes de conectarme escucho la puerta. Vuelvo al living. Hablamos de todo lo que hay que hablar pero no de parejas del pasado. Más que nada de la infancia. Lugares, clubes, colegios, fiestas de colegios. Yo pienso que a las minas les encanta encontrar ese tipo de coincidencias como “fuimos a la misma fiesta en 1994”. Hacen toda una cosa de eso, como si la coincidencia quisiera decir algo, no sé. Lo peor es que remueven remueven hasta que algo encuentran. Buenos Aires, una época, clase media… no es tan grande. Igual no encuentra nada. Mariana vivió hasta los doce años en Rosario. No hay mucho que buscar. Pasa un rato y dice que se va. Perdón, no quiero hacer nada. Tendría que besarla, llevarla al cuarto. Pero no tengo ganas. Está todo bien, pero no tengo ganas. Se abriga. Salimos. Le pregunto en qué se va. La acompaño a la parada. El colectivo se ve venir a dos cuadras. Le agarro la cara y la beso. Responde, tiene buena boca. Nos besamos bien. Llega el colectivo. Digo hablamos. Una amiga me dijo que decir “hablamos” siempre suma y tranquiliza a las mujeres.

3 comentarios:

Ale Schonfeld dijo...

mejor.

Darío A. Lesme dijo...

Estuviste barbaro, por que ir con todo de una? si se puede ser cauteloso. Ademas si uno no tiene ganas, no tiene ganas. Y esto puede sonar algo machista pero esta lejos de serlo,
¿Cuantas veces uno debe aceptar el desgano de una mujer?

Saludos.

Nico dijo...

Y hablaron?