miércoles, 28 de octubre de 2009

Se comprueba que lo más difícil no es hacer un blog sino escribir todos los días. Trabajo mucho. Todo el tiempo. No es excusa igual, pero es cierto. Y por otro lado, las cosas que pasan. Las noticias bomba. Me tengo que mudar. Este departamento es prestado. Es familiar. Las familias tienen sus bataholas (buena palabra, no sé si escribe así) y como resultado, uno, yo, se tiene que ir, mudar de acá a un mes y medio, con suerte dos, porque Primo menor necesita, también, el departamento.
Tengo que buscar, encontrar. Y ahora sí, van a aumentar los gastos. Va a dejar de sobrar lo que sobraba. Mi viejo me da una palmada cuando nos despedimos después de almorzar y me dice "es hora de hacerse grande". Mi viejo piensa que soy un pelotudo. Me preguntó por Violeta. Dice que es "la chica para vos". Violeta me llamó en el medio del almuerzo. A veces nos vemos. Nos vimos después de ese almuerzo con mi viejo. Le conté que tenía que mudarme. No dijo nada. Me pareció que recorrió mi casa con una mirada un poco melancólica pero probablemente sea mi mirada sobre Violeta. Ella dice que le adjudico cosas siempre un tono más alto que lo que ella es. Le dije que me hacía acordar a Sofía y no le pareció. Ella no ve similitudes. "Sofía está re loca, le secuestra el hijo". Es un libro. Es verdad que hacer comparaciones con personajes de libros o películas es berreta.
Lo de Mariana se apagó. No la vi más. No pasó nada. Nos dejamos de llamar. Supongo que ella se cansó de mandar mensajes al vacío. Y yo no tengo energía para el comienzo de algo, para ese momento en que lo ocasional empieza a ser un comienzo, incorporar al otro a tu semana y pensar cuándo la voy a ver o qué vamos a hacer o si hace equis cantidad de días que no la veo o que no la llamo. No puedo con eso. Lean dice que soy un enroscado y yo digo que no. Ni siquiera cumplo. No hago nada. Dejé de llamar hasta que ella dejó de llamarme. No sé, en verdad, si la llamé por mi propia iniciativa más de una o dos veces. Quizá Lean tiene razón. Pero bueno, no tengo ganas. Con ella todo bien. Pero ahí donde justo hay que seguir, yo no puedo seguir. Doblo a la izquierda y me tiro al río.

martes, 27 de octubre de 2009

Mañana les explico.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Los días se pasan más rápido de lo que se llega a escribir. Tuve reuniones por el documental de la productora. Mire otros documentales sobre el bicentenario. Están haciendo (esperen un año y van a ver que tenía razón) una disección del bicentenario. Salen subtemas como loco. Los inventan. Ayer en Encuentro había un docu de "salud". Estaba Tognetti, voz en off y cara de solemne en un programa que por lo que vi me pareció bastante aburrido. Es como si un montón de gente hubiera hecho una red (el famoso cuadro sinóptico escolar) en la que se abren llaves y subtemas del gran tema del año que viene. Después nos repartimos, para mí esto, para vos aquello, y todo suma un buena cantidad de dinero. La misión debería ser despegar 1810 de la historia escolar. Nadie sabe nada en realidad. Las imágenes que tenemos son íconos. Pero habría que indagar en los vericuetos de la historia. De muchas cosas más antiguas se sabe más. 1810 es para casi todos una maqueta con playmóviles que rodean un Cabildo de cartón (¿Estética Carri?). Hay que producir y por otro lado habría qué mirar hacia dónde va esa red que nos va a atrapar de acá al 2010.
Puede no ser muy interesante este post. Pero es parte del laburo. Tengo que instalar-me el bicentenario, pensar en eso mucho tiempo, casi todo el tiempo, llegar a tener una gran idea, hacer un link entre eso y otra cosa que sea novedoso, potente, moderno y riguroso respecto de lo histórico. Pensar todo eso de manera audiovisual. Anotar la idea de maqueta con playmovil. Se pierde en una imagen fotográfica de la vieja buenos aires, si existiera, o mostrar en una pintura el cabildo real, que no es el que se ve hoy sobre la Plaza de Mayo. En fin. Delirios.
Violeta me reenvió mails con fotos viejas. "Porque es injusto que sólo las tenga yo. Un atentado al recuerdo." Violeta por momentos se parece (o lo intenta, estoy seguro de que lo hace a propósito) a la Sofía de Alan Pauls. Leímos ese libro juntos. Ella me leyó muchas partes. Yo hojeé otras. Nunca lo terminé. Pero me sorprendía que el tipo lograba que cada personaje respirara a un ritmo distinto. Hacer eso con palabras. Violeta en estos días respira a Sofía. Y como yo no tomo merca, se me hace bastante insoportable.

domingo, 18 de octubre de 2009

Violeta llegó el viernes y lo primero que hizo fue preguntarme si estaba con alguien. Me descolocó. Me la quedé mirando. Le dije que no tenía nada que ver esa pregunta y ella que sí tiene que ver, que si tengo una novia se lo diga. Le dije que no tenía una novia. Pero salís con una chica, dijo. No. Sí. No-Sí durante unos minutos o segundos, no sé. Qué decís, cómo sabés. Lo estás aceptando. No, y basta de acusaciones. No llegábamos a ser ni una escena para cine. No cotizábamos. Éramos dos personajes de serie nacional, de los noventa, tipo Montaña Rusa. Una de esas berretadas.

Te vi. Me dijo. Ahí me quedé. Te vi. Te vi. Te vi. Lo dijo tres veces. Medio lloraba medio gritaba pero en voz baja. Susurraba gritos, como queriendo que no se escuche pero que se entiendan los alaridos. Me viste qué. Violeta dijo que me vio en la puerta de mi casa, saludando a una chica con un beso. La despedías. Le habías bajado a abrir, o algo. Decía que había pasado a buscar algo, en esos días en que todavía tenía cosas en mi casa. Era la mañana y ella, la chica, se iba.

Le pregunté por qué no vino en ese momento a decirme algo. Me dijo que era un bestia. Sos un bestia, Julián. Que se fue a llorar por ahí. Que qué me iba a decir. Para qué me lo decía ahora, entonces, no sé. Me dijo que se sentía decepcionada, que le había fallado. Le expliqué, sin sentido, para continuar la escena berreta en ese registro pedorro de la televisión, que nosotros ya estábamos separados hacía tiempo, que ella bla bla bla. Toda la historia. Yo pensé que todavía éramos compañeros, dijo. Lo escribo y pienso ahora: andá, loca. Pero ahora es domingo, estoy mirando fútbol, me acosté a las siete de la mañana, me levanté a las once y media para ir a comer con la familia, y volví hace un rato, fisurado, sólo ganas de estar en casa, clavar en el sillón y estar solo.

Pero tengo que aceptar que en el momento no le dije nada. O sea. Le acepté que vi un par de veces a una piba, pero que nada. Y que si me gustaba o no era mi problema. Y si era la única o una de tantas con las que puedo estar también es cosa mía. O sea. Me defendí, no cedí en eso. Pero en un momento me agarró la cara con las manos, ahí en el bar, una mano a cada lado de la cara y me miró. Me miró y me besó. Me dijo algunas cosas que si escribo quedan muy mal, muy de lugar común, de frase hecha, pero que en el momento me quebraron un poco. No es eso solo. Fueron las manos en la cara, su mirada, y que me dio un beso suave. Ese momento en que no se sabe cómo llegamos acá. Qué pasó en el medio. Cómo se pasó de estar bien a mal. Y de mal a darnos cuenta que juntos no. Cómo hace años nos dimos un beso muy parecido en un bar para empezar la cosa. Cómo un desconocido se vuelve importante. Se vuelve todo. Sos todo, ponía en un mail hace muchos años. Y ahora era como uno de esos mambos de algo que querés que baje para irte a dormir, dejar se enroscarte con eso que pegó más de lo que esperabas, que con unas horas de sueño se pase todo, la sensación intoxicada, sucia, de cosa curtida, que llevás en todo el cuerpo.

Ella no tomó nada. Yo pagué mi café y nos fuimos. Le pedí que no hablemos durante un tiempo. Que yo ya no tenía qué decirle. Me puteó un poco. Dijo que puedo sentir eso porque estoy con otra. Le dije que no sé. No tenía energías ya para responderle. La saludé y me fui sin mirar hacia dónde se iba ella. Caminé varias cuadras, un rato largo, hasta después del mediodía.

viernes, 16 de octubre de 2009

Son poco más de las diez de la mañana. Estoy en un bar. Espero a Violeta. Me pidió que nos veamos. Hablar. No en tu casa ni en la de mi vieja, dijo. Bueno. Acá estoy. Debería haber llegado y media y son y treinta y siete. Yo llegué un poco antes. Leí diarios y el olé.
Estoy un poco cansado de todo esto. Del mismo sabor de siempre. Aburrido de contar la misma historia. Los problemas. Los encuentros. Hablar otra vez de qué. Ella dice que no muestro ningún tipo de interés, que soy parco, que no la traté bien en estos días en que ella volvió "y te necesité tanto". Yo podría decirle tantas otras cosas. Por qué soy así con ella a esta altura. Pero me aburre dedicarle las explicaciones.
Ahí viene. La veo venir. Apaga el cigarillo. Entra.

martes, 13 de octubre de 2009

Buenas noticias. Uno de los formatos gustó. Ahora tengo que seguir. Hacer nueve de esos. Todo sobre el bicentenario. Hoy tuve una reunión, hablamos de guita, estuvo bien. Siempre digo una cifra con un tono que tiene algo de culpa, que habilita al otro a preguntarme si puede ser por un poco menos y que me obliga a mí a aceptar que sea por un poco menos. Ni siquiera es que por saber eso yo propongo un precio más alto. Porque total ya sé que me lo bajan más o menos doscientos o trescientos pesos. Pienso cuánto vale para mí, me la creo, y cuando lo tengo que decir en una reunión ya parece que no me la creo tanto. Un boludo. Esto era mucho peor hace algunos años. Para trabajos de edición ya no tengo ese problema. Tengo mucho más claro cuánto cobrar la hora o el tipo de trabajo. Acá decir cuánto valen mis guiones es darle una importancia que no sé si tiene. O sea. Sí sé que la tiene. Pero es más complicado pedir un honorario, más complicado que para montaje. Todo esto para decir que esta vez fue diferente. Yo dije algo y me dijeron ok. Entonces más que culpa me sentí un boludo, pensé si pedí poco, tan poco que me dijeron ok de una. O es que ellos tienen esa guita de presupuesto. O sea. Lo que pedí me parece que está bien. Para mí está bien. No es de más tampoco, pero está bien. Ellos dijeron ok. Automáticamente me puse a pensar si no era poco. Pero ya estaba. No había retruco. Yo no tenía el retruco.
Creo que si esto va bien de a poco voy a poder dejar de hacer fiestas. Hace tiempo quiero dejar de hacer fiestas. Filmar sociales es de pendejo. Para mí tiene su onda pero por todo eso que me gusta mirar. O sea. Sé que algo de eso, como ya puse en el corto aquel, voy a poner en otros lados. Las fiestas tienen tramas buenísimas. Tienen secretos. La gente es lo peor. O está loca. Pasa de todo. Se ven maldades, mentiras. Y todo lo que pasa es en imágenes. La gente no habla. No dice nada en una fiesta. Incluso es al revés. Simulan. Estar muy bien, llevarse bien, haber soñado con el momento, o estar contentos por la amiga-el amigo que se casa, pero abajo de eso hay celos, rivalidades, competencias, resentimientos. Esa tensión es buenísima. La gente toma mucha merca en las fiestas. Pero como a escondidas. Hay algo de sostener. Haber descubierto eso es lo mejor de los seis años que llevo filmando sociales. Los eventos son peores, más aburridos, más impersonales. Eventos laborales, o conferencias. Eso es la muerte. No lo hago más. No hay buena comida que compense dejar la cámara fija mientras un tipo habla de algo que o no me interesa o no entiendo de qué va.
Qué bueno, loco. Estoy contento. Están pasando cosas. Hasta le dije que no a Violeta que llamó para vernos con la excusa de buscar unas cosas. Le dije que estaba a mil, que prefería la semana que viene, si era urgente. Y me dijo que no. Porque no. Porque era una excusa, obvio. Si era urgente se las iba a mandar en un taxi. Iba a salir perdiendo. Ella. Violeta. Así que dijo que no era urgente y yo dije que no a vernos. Groso. Sí donde sí y no donde no. Groso. Y encima aceptaron todo lo que pedí de guita. Será poco o no, pero es lo que pedí y aceptaron de una. El martes 13 resultó un buen día.

domingo, 11 de octubre de 2009

Domingo mañana feriado pero domingo. Tengo algunos problemas económicos. Pago las cuentas, me queda poca plata. Me doy cuenta ahora. Debería hacer algo con eso. Buscar más trabajo. Cobrar mejor. Ya mandé los guiones pero no tuve respuesta. Esta hora me pone ansioso. No mal. No bajón. Un poco ansioso. Como de cosas a resolver, proyectos que debería tener, la plata de que debería ganar. Tendría que zafar hoy, que mañana es feriado, pero no zafo. Recibo un mensaje de Nico: "traete un joistick y armamos un torneo entre todos. estamos en lo de lean."
Ayer el diluvio arruinó los planes. No había planes pero no creo que la gente que pensaba salir haya salido. Yo pensaba salir y al final no. Miré el partido en casa, tranquilo, porrito, un campari, y después la lluvia. Mal. Le mandé un mensaje a Mariana y vino. Dijo que "las chicas no querían salir, con esta lluvia...". Así que vino a casa. Así que estoy desde ayer encerrado acá, clavado en el sillón, sin mucho que hacer, sin poder arrancar. Tampoco hay que arrancar, pienso, si hoy es domingo y mañana es feriado.
Mariana se fue después del mediodía. Todo bien que haya venido. Todo bien que se haya ido después del mediodía. Incluso se podría haber quedado más, que no me molestaba. Lo que me molesta, lo que me incomoda, es no saber cuándo se va a ir. No sé si me explico. Es que pienso que no se va a ir nunca, que voy a tener que echarla o hacerle saber que ya es momento de irse, o simular que soy yo el que tiene que salir. Tengo como una cosa de pensar que se va a instalar. Después cuando se fue me quedé un poco así como raro. Clavado en el sillón como ahora. Pensando que otra vez solo en casa y en que qué iba a hacer. Entonces pensé en Violeta, que qué raro que no llamaba, que no llamó en estos días, que en un momento con Mariana en casa me puse nervioso pensando que Violeta podía llamar y que en verdad no era motivo para estar nervioso, porque qué onda, no tengo nada que ocultar a nadie. En una conversación con Mariana, sin dar detalles, le dije que tenía una ex reciente, con quien todavía a veces me veía y que en esos días habíamos pasado algunos momentos juntos por el tema de la abuela. Entendió creo, no sé. Qué va a decir. No es momento ni tiene derecho de decir nada. Mariana es cariñosa conmigo. De pronto estamos en la cama y hace una caricia en la espalda. Cariños innecesarios. Digo, que no son parte del sexo ni nada. Que son cariños porque es buena o porque le gusto o porque está todo bien. Tiene ciertas consideraciones muy dulces. De preguntarme cómo estoy enserio o mostrarse interesada por mis cosas. Sobre todo es un tono de voz con el que hace comentarios sobre las cosas que le cuento o una manera de hacerme preguntas. Y esa sonrisa que es una gran tranquilidad, una sonrisa de esa boca un poco grande pero no grande de más que tiene, de dientes parejos, una sonrisa blanca, que va muy bien con esas carcajadas de primavera que hace cuando se ríe. Es más chica y se nota quizá porque parece inocente. Mariana es eso. No digo inocente mal. No digo que crea en cosas que yo ya no. No podría enumerar esas cosas. Pero se nota algo así como que ella cree, en algo, se le nota en el cuerpo, con la piel, tiene un manejo de sí misma que lleva algo así como de ilusión. Y yo no. Creo que lo mío es más tosco. Pero de pronto, acá se ve, si no para qué voy a estar escribiendo esto, que algo de ella me lleva a quedarme, no sé, aunque piense que quiero que se vaya, espero que se vaya, que me deje solo otra vez con mis cosas, mi computadora, mi casa, mis cigarros, el porrito. Pero se fue y me quedé clavado en el sillón, hace horas mirando la tele, hasta que ahora se me ocurre escribir y resulta que este post es casi todo sobre ella.

viernes, 9 de octubre de 2009

Rápido. Todo a las corridas. Días así. Cierta reticencia para contar novedades. Preparo unas pruebas de guión para algo que me pidieron en esa productora. No es tan Importante Productora pero podría ser un buen trabajo. Se trata de unos documentales, cosas para el bicentenario, esa es la movida ahora. Escribo, borro, pienso que está mal, le envío a un amigo, dice que está bien, corrijo, vuelvo a enviar, dice que está mejor y así se pasa el día. Dejo algunas cosas pendientes. A la noche vino Mariana. Tarde. A eso de las once y media. Las cosas pueden ser más simples. Tiene algo luminoso y se ríe a carcajadas.
La miré, la escuché y pensé que las carcajadas son un muy buen sonido para la primavera.
Ahora apreté send para mandar versión de prueba definitiva. Queda esperar la respuesta. El lunes es feriado. Queda un fin de semana largo de fútbol, de amigos, ¿de Mariana?, de tratar de dormir pese a que espero esa respuesta.
Estas noches dormí poco o medio mal. Y sin embargo estoy mucho más pilas.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Violeta se fue a la casa. Le pedí que se fuera. Me preguntó por qué. Le dije que necesitaba intimidad. Se volvió loca. Me dijo de todo. Me gritó. Me pegó. A los gritos. “¿Intimidad para cogerte a otras?”. Basta. Me cansó. Nunca le digo que no a nada. Me cansó esta vez ella y su permiso para ser la víctima por todo lo que pasó.

Quizá tenía razón. Recibí un mail de Mariana. Me preguntaba por qué no nos habíamos vuelto a ver. Me di cuenta de que no tenía respuesta. Que no había pasado nada. Que era mejor cualquier buena cosa nueva que seguir con Violeta en casa, su pesadez, la carga de algo que no va para ningún lado.

Llamé a Mariana directamente. Otra vez, me gustó que fuera osada, que se animara a decir, a preguntar, a sugerir un encuentro. Le pregunté si esta vez sí quería ir a ver la de Tarantino. Fuimos ayer. No voy a hablar de la película. Ya se habló en todos lados. Obviamente me gustó mucho. Después fuimos a comer algo. La pasé bien. Como quería salir de mis cosas, escuché el mundo de Mariana. Me contó que está ensayando un infantil, que ya no es época de infantiles (sólo las vacaciones de invierno, dijo, pero no importa) pero que le gusta, que le viene bien, que está bueno hacer cosas.

No sé si será la edad o qué pero para ella yo estoy más arriba o algo. Me pregunta por mis trabajos como si tuviera trabajos importantes. Me preguntó por mis relaciones pero traté de no hablar mucho de eso. Volví al tema del trabajo. Le conté algunas cosas y me sorprendí a mí mismo. Estuvo bien contar quién soy. O seguir ese relato que ya había empezado con Mariana. Ella es tierna. Tiene una mirada como suave, que no es inquisidora.

Una vez uno de mis primos, mayor, cuando se divorció me dijo que hacía tiempo había dejado de ser un súper héroe para la mujer, y que encima se había transformado, para ella, en un perdedor. La hija de tres años (en ese momento) era la única que lo creía súper héroe. En ese momento mi primo estaba conociendo a una chica (la cosa no siguió pero en ese momento la estaba conociendo). Ahí él me dijo que lo más nuevo de salir con alguien nuevo después de tantos años de relación gastada era ser distinto a la mirada de otro. No un súper héroe, pero sí alguien nuevo. Me acordé de mi primo en toda la cena con Mariana.

Lo mejor, como si fuera un golpe de suerte, es que en el medio me llamó un amigo que trabaja en la tele porque le había hablado de mí al productor y estaban buscando un guionista y un editor, a ver qué me parecía si podía hacer algo de eso. Le dije que sí, que cualquiera de las dos. Ahí me di cuenta de que tampoco me daba lo mismo y le dije que ahora estaba como más copado escribiendo así que se fije por lo de guionista, que si daba y no había otra gente, estaría bueno, pero que si no editar también estaba bien. No pregunté mucho ni sé para qué es, pero hoy tengo una reunión en Importante Productora (no voy a decir cuál, disculpen). Creo, como si hubiera estado guionado, que Mariana se quedó medio fascinada con el llamado y la inminente reunión. Sos groso, sos groso, dijo, y pensé que todavía no me conoce, pero está bien.

lunes, 5 de octubre de 2009

Era difícil escribir con Violeta acá. No sólo porque estuviera acá. Por estar con ella. En un momento la miré dormir y pensé en escribirlo. Pero preferí recostarme al lado de ella y me dormí también. Estuvo bastante acá. Salió para ver a la madre. Al padre. Es hija única con padres separados. Tiene medio hermanos pero son más chicos. Hijos del padre. No sé. Estuvo en casa. Está en casa. Sus cosas están acá. No hablamos demasiado. O sea hablamos pero no de cosas. Estuvimos juntos. Tomamos. Miramos la tele. Como si no nos viéramos desde ayer, como si nunca se hubiera ido. Como si la abuela no hubiera muerto. Parece que Violeta eligió mi casa porque acá puede detener el tiempo.

Ahora se fue a encontrar con amigas en su casa, pero dice que no quiere dormir ahí. Yo le dije que tenía que volver en algún momento y en algún momento hablar de las cosas nuestras, pero se enojó, dice que todavía no, que no la apure.

Ayer yo estuve filmando una fiesta así que se quedó sola. Era un casamiento. Me parecía evidente que los novios no se querían. O que no se querían tanto como se quieren sus respectivos padres. Las parejas digo. Era obvio que lo habían arreglado los matrimonios progenitores. Que estaban más felices que ellos. Ella tenía 20 años y él 21. Pasaporte a la infelicidad. Los cuatro, madres y padres, desbordaban felicidad y la fiesta desbordaba dinero. Estaba lleno de viejos y los pocos chicos y chicas parecían más de fiesta de 15 que de un casamiento. Los novios bailaban por separado, cada uno con sus amigos. Parecía que no tenían amigos en común. Se juntaban en los bailes rituales de todo casamiento. Se sonreían y se besaban apenas, mostrando como animales de circo el número que les tocaba animar.

Cuando volví, violeta había salido y cuando volvió yo estaba medio dormido. Ahora tengo que editar. Tengo mucho trabajo atrasado. Le expliqué que yo no podía suspender mis cosas. Que mi vida seguía con su viaje o sin, con su abuela o sin. Que entendiera. Aceptó pero no sé si entendió. Yo espero que pronto vuelva a su casa. Me gusta que esté acá también pero es mi casa, nosotros no tenemos una situación clara, y todo se mezcla.

sábado, 3 de octubre de 2009

Violeta está llegando. La madre al final le dijo lo de la abuela antes de que viaje, pero ella decidió volver igual. Un tranquilizante y dormir todo el viaje. Me llamó por teléfono. Me dijo que no quería ir ni a su casa ni con la madre, si podía quedarse unos días en la mía.

Violeta está llegando a mi casa. No llego a entender bien las implicancias. No sé si tiene sentido preguntarse. Su viaje fracasó, su abuela se murió. Supongo que en ese contexto lo nuestro no es importante. Todo está teñido de una especie de angustia, como si el aire estuviera pesado o hubiera baja presión.

Sé que la madre iba a buscarla y que la trae acá. Ella pidió eso. No sé bien cómo recibirla. Supongo que veremos en el transcurso del día y que ella en un momento deberá enfrentar sus cosas, su familia, todo lo que pasó.

Ayer vinieron Lean y Nico. Jugamos unos partidos. Toda esta historieta les pareció cualquiera, pero les parece cualquiera desde hace ya un tiempo, cuando quizá todo se volvió cualquiera. Esa masa densa que decía. No se me ocurren cómo podrían ser las cosas. Ellos dicen que no puedo decir que no. Deben tener razón. Yo creo que escribo esto un poco porque se agotó el tema de conversación.

Ahora voy a ordenar un poco la casa. Acaba de llegarme un mensaje que ya están viniendo para acá.

jueves, 1 de octubre de 2009

Falleció. La abuela de Violeta. Me avisó la madre. Casi al mismo tiempo chateé con ella pero la madre pidió que no le diga nada. Violeta dijo que volvía. Que ya está. Que no puede estar así, así que se sacó un pasaje y llega el sábado. Llega el sábado. El sábado. El sabad. El sa. Esa fue la sensación cuando leí que Violeta llega el sábado. Leerlo. Releer. Repetirlo. Otra vez. Cree que viene a estar con su mamá y su abuela pero la abuela se murió. Ella no lo sabe. Viaja mañana viernes a la noche y llega el sábado. La abuela se murió. Ella va a llegar y le van a decir. Todo esto pasó en las últimas horas. Estoy casi sin dormir. Llegué tarde ayer. Me acosté. A las seis ya no pude dormir más. Tuve unos sueños rarísimos y después me desperté. Me sacaba la cabeza, la dejaba en un escritorio y me iba a encontrar con Violeta. A la vuelta me volvía a poner la cabeza pero me pesaba, no la podía ubicar bien, se balanceaba a los tumbos, y pesaba. Me miraba al espejo y era yo, pero no tanto. Después no dormí más. Todo en estos días es un poco raro. Tengo mucho trabajo. Estoy filmando unas jornadas académicas. Después vengo. Tengo que editar unas cosas. Todo este tema de Violeta. No sé. No tiene mucho que ver conmigo. Nunca nos casamos. Salimos varios años pero todo esto es como si fuéramos un matrimonio con hijos. Quiero decir: cuando hacés familia, cuando el otro es familia pese a todo. No me jode igual. Creo que no tengo nada que ver pero tampoco siento que no tengo nada que ver. No sé si se entiende. Ella escribe, pregunta qué hacer. Yo igual le dije que sobre eso no le iba a decir nada. Cualquier decisión que tome si se la dije yo después me va a caer como un masazo en la cabeza. No voy a ser el culpable de qué hacer con su familia. A las siete y media sonó el celular. Le pregunté a la madre qué necesitaba pero nada. No sé. Más tarde avisarán. ¿Yo tengo que ir al velorio en representación de algo o qué? No sé bien. No entiendo. Violeta no está y eso complica un poco las cosas. Y cuando llegue. No sé. Si alguien se muere hoy la enterrarán mañana. Si Violeta llega y ya está enterrada y todo, para qué habrá vuelto. Pero yo no voy a decir nada. No me voy a meter. Violeta llega el sábado y se murió la abuela. Esto va a ser un quilombo.
Mariana me manda mensajes, yo respondo como puedo pero no quedamos en vernos. Quizá debería decirle un poco lo que pasa. O no. La llamé igual. Mandó un mensaje y le respondí con un llamado. Le expliqué que estaba con mucho trabajo. Filmando de día editando de noche. Que en unos días la llamaba para vernos. Igual es como toda una cosa de cumplir que me aburre un poco o me baja el interés. Es como que tiene que ser así. Y ya se me van las ganas. Me estalla. No sé. Estoy medio sin dormir. Voy a tirarme un rato.