Al final no vimos la película. Mariana se retrasó y la función siguiente era demasiado tarde. Cuando recibí el mensaje no sabía bien qué hacer. Tomar algo y ¿después? ¿Invitarla a cenar? Cenar es demasiado, dijo una vez una amiga. Esas son las cosas que me dan ganas de irme a mi casa. Teníamos cine, dice que llega tarde y ahora tengo que inventar otra cosa. Al final fuimos a un bar de Palermo (obvio) y tomamos unos tragos. No sé bien de qué hablamos pero hablamos. Quiero decir, no es importante, hablamos más por hablar que por lo que decíamos. Una cosa llevaba a la otra, su perro, su infancia, Rosario, mis vacaciones en Rosario una vez, mi infancia, mis viejos, el cine, el teatro, actuar en una cosa, en otra, dirigir actores, trabajar con directores. Tiene pelo corto, cuello largo, buena postura. Tenía una remera, un saquito, una flor en la cabeza. Una flor en la cabeza parece horrible pero le quedaba bien, bastante bien. En el bar había sillones. Nos sentamos ahí, tranquilos, hablamos un rato, chapamos, todo bien. Igual, ese momento medio raro… No sé, los pibes, que son de otro palo, piensan que soy medio maricón, pero toda la cosa de decir “¿vamos a casa?” me incomoda un poco. Igual lo dije, siempre lo digo, vinimos, cogimos y estuvo bien. Ayudó un poco el alcohol. Nos reímos bastante. Cuando terminamos, todo bien, pero ya me daba ganas de que se fuera. Eso es un cliché, pero es así. Terminás y querés que el otro, un extraño, se vaya, volver a esa cosa de uno mismo que uno mismo maneja. A mí me agarra esa cosa de que pienso que se va a quedar y quedar y quedar, y que voy a tener que echarla. Quizá porque Violeta hace un poco eso. No sé, no tan así. Pero un poco.
Hoy termino de editar el video para el concurso. Borroneé las caras de la gente, y armé como unos personajes basados en el vestuario. Gente de distintas fiestas compone un personaje. Tres novias son La Novia. Dos novios son El Novio. Y así. Entonces agarré las situaciones de descarte y construí una pequeña trama. Todo montaje. Las caras borroneadas son a propósito, y se entiende que es distinta gente y material en bruto. No le hice tratamiento a propósito. Es montaje. Una pelea y una reconciliación, está el tipo que manosea a la sobrina y con otros dos los mandé al baño, de donde salen en actitud sospechosa. Hay una abuela llorona, hay un hermano menor, de unos once, doce años, que ve cosas que no tendría que ver. No sé si me explico. Pero creo que quedó bastante bueno. Dura ocho minutos. Le puse banda sonora típica de fiestas. Y todo está armado así, en bloques de un minuto y medio o dos que son musicales. Desde el baile judío al carnaval carioca y fin de fiesta. Es más sobre la mirada que una trama con puntos de giro y todo eso. Dirían eso los profesores de guión. Están los gestos de los novios que nadie mira porque nadie quiere mirar. Las miradas hacia abajo. La mirada de duda hacia un amigo. Secretos. Besos que no tenían que ser dados. Tengo que renderear y armar todo para llevarlo mañana.
Mariana se fue a las seis de la mañana. No dormí nada. Dormimos un poco los dos, pero mal. Después dijo que se iba y asentí. Pedimos un taxi. No pudo evitar el típico gesto de “qué onda?”. Volví a decirle “hablamos”, como la otra vez, pero agregué “en estos días”. Hablamos en estos días, ella sonrió y dijo que nos quedaba pendiente Tarantino.